Cuerpo y salud mental: reflexiones sobre sesiones de movimiento en contexto de rehabilitación de adicciones


  Frecuentemente, cuando pretendo estar ayudando a alguien, o enseñar algo a alguien, el resultado suele ser que yo aprendo más y ese aprendizaje se revela como indispensable para mi vida. Unos pocos años atrás cubrí ocasionalmente a mi madre, cuando ella viajaba, en su clase semanal arte-terapia en un centro de rehabilitación de adicciones. Ella guía sobre todo dibujo de mandalas, con resultado excelentes. Yo buscaba algo sencillo de movimiento y danza que darles, que tomaban como novedad, y a mí me sorprendía el interés y empeño que los usuarios tenían, dado el contexto.


Cualquier persona de la danza, la música o el teatro sabe lo que la pandemia significó para los escenarios: una caída estrepitosa de una economía ya frágil, la búsqueda de alternativas digitales de mucho ruido y pocas nueces, y una recuperación lenta y elusiva. Así que cuando me ofrecieron ir semanalmente al centro, acepté sin dudar. Debo confesar que lo hice con cierta resignación de que “me estaba desviando” de mi arte o estaba tomando un trabajo para sobrevivir. Las sorpresas y descubrimientos que me ido encontrando a lo largo de mi colaboración con el centro han sido muy valiosas y están revolucionando la manera en que me auto-entreno, trabajo con otros creativos. Sobre todo, está cambiando la relación que tengo con mi cuerpo y la prioridad que doy a mi salud…podría decir “física y mental”; más bien diré que hay un continuo. Gracias a eso, estoy priorizando mi salud, a la manera ayurvédica, como un conjunto de rutinas, hábitos y actitudes diarias, constantes, que sostienen mi vida. Las lecciones han venido de personas que luchan con adicciones o padecimientos mentales.








Hacia los 15 y hasta alrededor de los 19 años tuve una época de exploradora total, de una búsqueda intensa y libre que propulsó mucho de lo que con más calma hago ahora. Tenía tal sed de aprender que tomé clases de prácticamente todos los temas pisco-físicos posibles: de yoga, de sueños, de arte, de meditación, de fútbol, de atletismo, de danza por supuesto, de rituales celtas, de prácticas tibetanas para la muerte y de mil cosas más que ya no me acuerdo. De esas época trabé amistad con un maestro tibetano, Lama Tenzin Wangyal Rinpoche, quien me buscaba actividades en sus retiros para que pudiera ir becada. Se interesaba mucho por la cultura mexicana, incluso acudió a bañarse a nuestro temazcal. Él me invitó a Nepal, a un retiro con su maestro, quien vivía en un monasterio allá. De Nepal viajé a India, donde además de conocer de primera mano la danza que después se volvió mi profesión, pasé temporadas en monasterios, templos y ashrams. Uno de los que más me impactó fue el ashram de Osho, porque muchas de las meditaciones incluían al cuerpo y a las emociones de una manera contundente, vital y honesta.



La crisis de violencia en México, es, en gran parte una crisis de salud mental. Y desde el punto de vista de maestros de meditación, una búsqueda, una crisis de conciencia también. La escalada de actos violentos es en gran parte atribuida al narcotráfico y éste se da porque muchas personas eligen o creen necesitar narcotizarse para tolerar la vida o hacerla más interesante. Las adicciones no se limitan a las sustancias: pantallas, alimento, relaciones, trabajo, en realidad, nuestro sistema puede obsesionarse de manera malsana con cualquier cosa tengamos o no conciencia del daño a la salud que provoca. Nuestro entorno: la publicidad, los medios, la chatarra, el alcohol, las series, las sustancias están diseñadas para colarse en nuestros cerebros y hackearlos hacia el consumo que escala. Respeto profundamente a las familias que deciden ayudar a un familiar a recuperarse y aún más a las que deciden ayudarse a sí mismas. Nuestro cerebro, todos los cerebros humanos son vulnerables a la adicción y una auto-conciencia es necesaria para prevenir. Me parece que a eso ayudan mucho las prácticas psicosomáticas simples que nos ayudan a equilibrarnos en cualquier momento.


Enseñar danza india a personas saliendo de intoxicaciones es una tarea imposible. Pronto deseché la idea y en cambio, eché mano de prácticas per-escénicas contemporáneas y somáticas aprendidas en laboratorios de creación. Muchos colaboradores, incluyendo el director de teatro Cladio Valdés Kuri, la coreógrafa Trinity Daudenthun y mi colega Majo Pérez-Castro, tienen una profunda confianza en que los procesos escénicos deben ser positivos y terapéuticos para los participantes, así que dedican tiempos amplios a exploraciones corporales con este enfoque. Enseñé también pequeñas posturas, movimientos y prácticas breves que yo personalmente hacía cuando llegaba al estudio y tenía ansiedad o alguna otra emoción difícil, era la primera vez que las compartía. Desempolvé y re-estudié meditaciones y las fraccioné de maneras más digeribles. Las sesiones de nidra yoga, o descanso sin dormir son especialmente útiles para cerebros que hace mucho están híper activos. Estudié la opinión de neurólogos y terapeutas con enfoques corporales para entender cómo es que funcionaban. Tengo libertad de elegir qué hacer en parte porque es una terapia complementaria dentro de una estructura integral de tratamiento en el que hay psicólogos, psiquiatras, médicos y terapeutas alternativos que trabajamos en conjunto de manera que voy observando cómo puedo reforzar su avance.


Trabajar en un centro de adicciones ha resultado en que tengo una colección de herramientas específicas, muy eficaces, que trabajan con el diseño mamífero que a pesar de creernos muy modernos, seguimos teniendo. Entender la tecnología del cuerpo: nuestras alertas, necesidades de interés y sistemas de activación-descanso es crucial para una vida sana. En los ojo seguimos teniendo un nervio que va al cerebro y que es activado por la luz del sol de la mañana en los primeros minutos de habernos levantado. ¡El sooooool!… y no la pantalla. El triángulo de la vida mamífera, y por la tanto la humana, está constituido por el descanso, alimento, movimiento. Somos criaturas de este mundo, y las crisis tienden a recordárnoslo. Yo diría que no las esperemos para observarnos y conocernos como tales.


  Entre algunas de las prácticas más efectivas que he podido comprobar con muchas personas que sufren de ansiedad o adicciones puedo mencionar: sacudir el cuerpo por varios minutos, o digamos una canción, tirarse al suelo y rodarse, gatear o hacer movimientos “de bebé” con los pies hacia el techo, moverse lento, rítmico, atento y preciso, moverse caóticamente, moverse de manera fluida y suave. Moverse. Ponerse en cuatro puntos y mover la columna como una serpiente. Cantar, vocalizar, expresar con palabras precisas o con sonidos indeterminados. Dar pequeñas caminatas, de preferencia descalzo, observando el sol, las nubes, las personas, las plantas o las aves. Estirar, suspirar, bostezar. Sé que todo esto suena muy simple, y la buena noticia es que lo es, y es muy eficaz también.

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